Una Delgada Línea “ Melinda y Melinda” Por Juan Francisco Gutierrez I. Abogado
En “Melinda y Melinda”, cuatro personas, dos de ellos escritores, están en un café en Manhattan. Max (Larry Pine), quien se especializa en drama, ve la vida como algo que tiene sentido. Su amigo Sy (Wallace Shawn), quien se especializa en comedia, ve la vida como algo esencialmente absurdo. Como un desafío, uno de los concurrentes les propone un inicio muy simple: jóvenes habitantes de Manhattan en medio de una cena en un departamento son interrumpidos por la súbita aparición de una mujer, Melinda, a la puerta. ¿Es éste el comienzo de una comedia o de una tragedia? Max concibe de inmediato que Melinda (Radha Mitchell) es la vieja compañera universitaria de Laurel (Chloe Sevigny), quien es una heredera con una cómoda situación y cuya pareja es Lee (Jonny Lee Miller), un actor alcohólico. Por su parte, Sy imagina a Melinda como la vecina del departamento de abajo de la pareja conformada por Susan (Amanda Peet), una realizadora de cine independiente, y Hobie (Will Ferrell), un actor sin trabajo. En ambos casos, Melinda funciona como el catalizador para el adulterio y es la misma actriz, pero el reparto varía en una y otra historia.
Haciendo gala de su talento narrativo, Allen nos hace saltar de un relato a otro sin aviso. Por momentos, nuestra principal pista para saber si estamos ante la tragedia o la comedia es que Melinda está despeinada, fuma y toma profusamente en la primera historia, mientras en la segunda está bien peinada y se comporta más modosa. A esto se agrega que los autores de ambas fábulas hacen sus relatos en off en distintos momentos e incluso la cámara vuelve a ellos en varias instancias, para recordarnos que estos personajes en cuyas vidas nos vamos envolviendo están hechos de imágenes y palabras, pero no de carne y hueso.
Allen (1935) partió escribiendo chistes para el cómico Sid Ceaser en los 50s y se asentó como un realizador de películas cómicas comenzando con “Robó, Huyó y lo Pescaron” (“Take the Money and Run”, 1969) hasta que en 1977 se atrevió con una comedia romántica, “Annie Hall”, por la cual ganó el Oscar al mejor director. Envalentonado con este éxito se atrevió a continuación con un drama bergmanesco, “Interiores” (1978), por el cual también fue nominado al Oscar. Después de eso, el “cómico” Woddy Allen pasó a ser “la leyenda” y desde entonces da lo mismo lo que digan, pues él continúa haciendo al menos una película al año con total control creativo, cualquiera sea el éxito comercial de sus películas anteriores. A los personajes de Allen les interesa el arte, el sexo y el sentido de la vida (no necesariamente en ese orden).
Como en el caso de Max, el autor de comedias de esta película, Allen ha dejado en claro a lo largo de su obra que la vida no tiene sentido y que sólo podemos distraernos mientras esperamos nuestra propia desaparición, así como la del universo. En sus palabras: “La vida está llena de miseria, sufrimiento y soledad, y desgraciadamente todo termina demasiado pronto”. A los 70 años, acercándose más a la fecha de su propia desaparición, reafirma que lo único que realmente lo motiva es distraerse de la realidad (“me carga la realidad, pero desgraciadamente es el único lugar donde encuentro una buena cena”). Lo hace con una película que muestra los engranajes y el funcionamiento de la creación de una obra, que requiere permanentemente la colaboración del espectador, donde las dos historias, comedia y tragedia, no están comple-tamente desarrolladas, son como esbozos, obras en proceso. En ese sentido, no nos dejan completamente satisfechos, ni completamente tristes ni alegres. Pero eso no es un fracaso de Allen, sino que su propósito. Con “Melinda y Melinda”, él sólo quiere decir que las películas son sólo películas. Están hechas de imágenes, no existen esas personas, nuestras mentes colaboran en su creación y las aceptan como reales, a veces para nuestra pena, a veces para nuestra alegría.